Matheryn Naovaratpong, de tan solo dos años, murió en enero último por un tumor desarrollado mientras era un embrión y sus padres decidieron someterla a un procedimiento criogénico.
La familia espera que, en un futuro no muy lejano, la ciencia pueda encontrar la cura para la enfermedad de la niña. Y se aferran a la posibilidad de resucitarla en algún momento.
La menor fue depositada en una cama de hielo justo después de fallecer, para así conservar su cuerpo, que está separado de su cerebro y que descansa en nitrógeno líquido a -196 grados.
Los los Naovaratpong pagaron 300.000 euros a la compañía estadounidense Alcor, la más importante del mundo en criopreservación, para que Matheryn tenga la posibilidad de "respirar otra vez".