Al iniciarse en el arte de contar historias, ya sea mediante el periodismo, la fotografía o la literatura, muchos jóvenes cometen el error de pensar que hay que viajar a los lugares más recónditos del mundo para conseguir los relatos más fascinantes.
Por el contrario, alguien ya curtido en esto sabe que una buena historia puede aparecer en cualquier momento y lugar, y más frecuentemente incluso, cerca de uno. En tu propio barrio, ciudad o país.
Eso es lo que le ocurrió al fotógrafo mexicano Diego Huerta, reconocido internacionalmente por sus trabajos en los que retrata la belleza y la diversidad cultural de su país. En uno de sus viajes por la sierra de Chiapas, en el 2011, se encontró con algo, alguien cuyo retrato dio la vuelta al mundo.
Se trataba de una pequeña del pueblo de Copainalá, con no más de 11 años, pero que poseía unos ojos y una mirada tan mágicos y cautivadores que supo que debía inmortalizarlos. Así lo hizo, y el resultado quedó para la posteridad como su trabajo emblema.
Adriana pertenece a la etnia Zoque, autodenominada O’depüt (Gente de palabra) y otra particularidad de ella es que, siendo sordomuda, solo era posible hablarle mediante señas. De ese modo se lograron estas impresionantes imágenes, que recuerdan mucho a la icónica ‘Niña afgana’.
Diego, quien pudo apreciar a esta joven en todo su esplendor, no dudó en catalogarla como “La niña más bonita de México”, como se ha hecho conocida. Según él mismo contó en sus redes sociales, no volvió a verla. Eso hasta principios de este año.
A través de su cuenta de Instagram, él documentó el reencuentro que tuvo con Adriana, quien se ha convertido en una joven mujer que no ha perdido ni un ápice de su belleza. “Nunca fue el color, es lo que estaba detrás, esa mirada (…) siempre fue Adriana”, sostuvo.
Sin duda una historia que demuestra que la belleza puede florecer en los lugares menos pensados, y más cerca de lo que uno cree para quien sabe apreciarla.