A tempranas horas de la mañana y en cada esquina de nuestra capital vemos a señoras que venden en jugo de un delicioso y vitamínimo fruto cítrico llamado naranja. Ya sea en su presentación de vaso descartable o en botella de plástico, su demanda no cambia.
Por otro lado, el secreto de la acogida es el olor que brota al cortarlo, pero sobre todo el buen trato de las personas que nos brindan el zumo cada día. Uno de esos casos representativos es el de Ricardo y Rosa, quienes han sabido ganarse a sus clientes a base de mucho esfuerzo en el Centro de Lima. Gracias a esa dedicación que le ponen logran ganar desde 150 a 200 soles diarios, sin embargo, el dinero que juntan va destinado para la educación de sus tres hijos.
Asimismo, Josefina se dedica a vender jugos en la Avenida Abancay desde hace cuatro años, pero la vida no le hubiese llevado por ese camino si es que no le quitaban su carrito en donde vendía maca. A pesar de haber pasado ese incidente, no la amilanó y continuó trabajando para mantener su familia.
Un caso particular es el de Gregoria y Santos, quienes se enamoraron gracias al zumo del aromático fruto. Él era chofer y ella se dedicaba a la venta de extractos, su romance nace cuando el señor se acercaba todos los días a comprarle y es así que surgiría el amor. Ahora los dos se dedican a la venta del mencionado cítrico y viven contentos. Al igual que su historia, existen muchos en Lima que habrá que descubrir con un riquísimo concentrado de naranja.
